El legado del poeta andaluz hace sombra a la diatriba política sobre su muerte, ocurrida en 1936.
Por Michelle Roche Rodríguez
Los homenajes a Federico García Lorca cuando se conmemoran 75 años de su asesinato no han faltado. Esta semana lo nombraron Hijo Predilecto de Andalucía y poetas de diversas regiones de España repitieron sus coplas en el Parque de Alfacar, donde se cree fue fusilado. Además, su obra lírica y dramática se representa en escenarios de su país natal y del mundo.
Su recuerdo está teñido con la melancolía del cante jondo, pues se celebra su obra pero aún no se sabe el lugar exacto donde yacen los restos del poeta ni tan siquiera qué ocurrió en los últimos minutos de su vida. La opinión pública española está dividida entre buscar sus huesos o dejarlo descansar en paz.
Los familiares del autor han dicho que no desean que se siga una investigación, pues temen que la prensa y los políticos tergiversen lo que para ellos es dolor. "No queremos que se convierta en espectáculo. No quiero ni imaginar lo que sería que los huesos y la calavera de Federico García Lorca acabaran en Youtube", le dijo al periodista estadounidense Jon Lee Anderson Laura García Lorca, presidenta de la fundación que lleva el nombre de su tío. El investigador reproduce esta declaración en el reportaje "Cartas desde Andalucía: la tumba de Lorca", incluido en la publicación El dictador, los demonios y otras crónicas (Anagrama, 2009).
Otro libro, Lorca, el último paseo (Almed, 2009) del investigador Gabriel Pozo pone en entredicho las averiguaciones de los dos biógrafos más célebres de García Lorca, el irlandés Ian Gibson (La represión nacionalista de Granada en 1936 y la muerte de Federico García Lorca, 1971) y el español Agustín Penón.
Pozo deslegitima el testimonio de Manuel Castilla, el presunto enterrador del poeta, que según la nueva versión nunca estuvo cerca de su cuerpo exánime. Y las nombradas son apenas algunas obras de la profusa bibliografía que intenta desenmarañar los últimos momentos del escritor. Lo más interesante del trabajo de Pozo es que presenta información sobre la detención de García Lorca que antes se desconocía. Por ejemplo, señala que ésta se realizó con un despliegue de hombres armados, que se apostaron en el techo de la casa de Los Rosales donde se encontraba el autor. También especifica que no esposaron al reo, porque éste no se resistió al arresto.
La obra.
El poeta acababa de cumplir 38 años de edad el 5 de junio de 1936. Dieciocho años antes había publicado, con ayuda de su padre, su primera obra, Impresiones y paisajes, que luego reeditó como Libro de poemas (1921).
"Me considero todavía un auténtico novel. Estoy aprendiendo a manejarme en mi oficio (...) Hay que ascender por peldaños (...) Lo contrario es pedir a mi naturaleza y a mi desarrollo espiritual y mental lo que ningún autor da hasta mucho más tarde", escribió en una carta fechada unos días antes de ser apresado.
El 18 de agosto de 1936, cuando lo fusilaron, apenas terminaba La casa de Bernarda Alba, pieza central de su dramaturgia que retrata la España negra a través de sus mujeres. Pero lo que lo condenó quizá no fueron sus declaraciones a la prensa sobre la pobreza en su país ni su amistad con los socialistas, sino uno de sus poemarios más sólidos, que publicó en 1935, en el que lamentaba la muerte de su amante, un torero.
"Que no hay cáliz que la contenga,/ que no hay golondrinas que se la beban,/ no hay escarcha de luz que la enfríe, no hay canto ni diluvio de azucenas,/ no hay cristal que la cubra de plata", escribió en "La sangre derramada", uno de los cuatro textos de Llanto por Ignacio Sánchez Mejías, una obra que más que sacarlo del clóset lo consagró como uno de los poetas cruciales de la tradición castellana. Por desgracia, esa declaración de amor a otro hombre en la conservadora Granada lo convirtió en una de las primeras víctimas de la Guerra Civil española.
La muerte.
El libro de Pozo incluye documentos y declaraciones inéditas de Ramón Ruiz Alonso. El tipógrafo franquista responsable de la detención y del fusilamiento del poeta confesó a su hija detalles de sus últimas horas en una carta que, por orden suya, se mantuvo en secreto hasta después de su fallecimiento, ocurrido en 2007.
Pozo explica que el teniente Gonzalo Queipo de Llano ordenó que le dieran un susto a Lorca para que confesara lo que sabía de Fernando de los Ríos, una destacada figura del pensamiento socialista español, amigo y profesor suyo en la Universidad de Granada.
Más tarde, el susto se convirtió en ejecución, como consecuencia de una lucha de poder en el seno de la Confederación Española de Derechas Autónomas.
El 18 de diciembre de 2009 el diario El País de España publicó que Ruiz Alonso recibió en 1939 una perturbadora llamada telefónica de Francisco Franco, que estaba molesto por la presión internacional que había para que se aclararan las circunstancias del asesinato del autor. Desde entonces no habló del tema. Desapareció incluso la denuncia firmada por el mismo Ruiz Alonso, en la que figuraban los cargos que se le imputaban al poeta: "Ser espía de los rusos, estar en contacto con estos por radio, haber sido secretario de Fernando de los Ríos y ser homosexual".
Los papeles se los lleva el viento, pero la literatura queda. El legado del granadino es más grande que la banal política y la discusión alrededor del paradero de sus restos, 75 años después de su muerte, es apenas una prueba más de su trascendencia.
Lorca sigue en nosotros, más vivo que nunca, con más razón y sueños que nunca.
Carmen.
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